miércoles, 20 de febrero de 2013

JUPITER, EL DIOS MÁS PODEROSO

Júpiter



El dios Júpiter
Un poco de mitología...
Soberano de los dioses, el más poderoso de todos los habitantes del Olimpo, hijo del dios Saturno a quien derrocó. Originalmente dios del cielo y rey del firmamento, Júpiter era venerado como dios de la lluvia, el rayo y el relámpago.  Como protector de Roma  le llamaban Júpiter Optimus Maximus (el mejor y más alto).  Como Júpiter era guardián de la ley, defensor de la verdad y protector de la justicia y la virtud, los romanos identificaban a Júpiter con Zeus, el dios supremo de los griegos, y asignaban al dios romano los atributos y mitos de la divinidad griega. El Júpiter de la literatura latina, por tanto, tiene muchas características griegas, pero el Júpiter del culto religioso romano se mantuvo  esencialmente libre de la influencia griega.




Júpiter, el planeta



Júpiter
Júpiter, el gigante gaseoso, la estrella malograda, es el primero de los planetas jovianos y el mayor del sistema solar. Su tamaño es tan gigantesco que es más grande que todos los demás planetas juntos. Casi todo él está compuesto de elementos ligeros como el hidrógeno y el helio, igual que el Sol, y su masa no es muy inferior a la mínima necesaria para la que contracción gravitatoria logre llevar su región central a la temperatura necesaria para que se produzca la fusión del hidrógeno -de hecho, si su masa hubiese sido unas 60 veces mayor de lo que es, habría continuado la contracción gravitatoria dando lugar a una estrella-. Sin embargo, esto  no ocurrió y,  al  no alcanzarse  la  temperatura  necesaria  para que  comenzara la fusión del  hidrógeno,  se evitó que Júpiter pudiera transformarse
en una estrella y que el sistema solar se convirtiera en un sistema binario, es decir, con dos soles, algo que habría dificultado enormemente la formación de planetas en su interior. Por otra parte,  aunque nos referimos a Júpiter como "gigante gaseoso", la mayor parte del gas está tan comprimido por las temperaturas y las  presiones interiores del  planeta, que probablemente existe en estado líquido por debajo de las delgadas capas atmosféricas de la superficie. En el centro, su núcleo podría estar formado por silicatos de hierro a temperaturas en torno a los 25.000 grados o más.

En los albores del sistema solar, Júpiter debió de sufrir los mismos procesos que el Sol: la masa de gas que ahora forma el planeta se hundió bajo su propio campo gravitatorio. Cuando la bola de gas se contrajo, se generó energía y la temperatura del núcleo empezó a aumentar. En el Sol, la temperatura resultó por fin suficiente para que se produjera la fusión del hidrógeno, pero, como se dijo anteriormente, la temperatura interna de Júpiter probablemente nunca alcanzó más de 50.000 grados, de manera que no pudo convertirse en estrella. No obstante, el planeta aún genera energía por la contracción gravitatoria y por ello emite más energía de la que recibe del Sol (aproximadamente 1,5 más energía que la que absorve de los rayos solares). A los objetos como Júpiter, que generan energía pero no la suficiente para brillar como una estrella, se los llama a veces enanas marrones.

Con tan sólo un pequeño telescopio es posible observar no sólo Júpiter, sino sus cuatro lunas mayores. De hecho fueron éstas las que descubrió Galileo al utilizar por primera vez un telescopio. El hecho de que otro planeta, aparte de la Tierra, tuviera lunas girando a su alrededor fue de suma importancia porque se convirtió en uno de los clavos con que cerraron el féretro del sistema  ptolomeico al demostrar que la Tierra no era el único centro de revolución en el universo. Pero estas lunas no son las únicas maravillas que se pueden observar con el pequeño telescopio. También es posible ver las capas superficiales de la densa atmósfera de Júpiter, las cuales aparecen como una serie de bandas o cinturones que rodean al planeta paralelamente a su ecuador. Las áreas blancas son nubes gigantescas de gas ascendente, formado principalmente por amoníaco, mientras que las bandas oscuras se sitúan probablemente más abajo de la atmósfera, están formadas por compuestos de azufre y son más calientes y descendentes. Además, las figuras ovaladas, y  sobre todo la  famosísima Gran Mancha Roja  (descubierta por  Gian Domenico
a
Datos Físicos de Júpiter
Distancia media al Sol:
778 millones de km.
Periodo Orbital:
11,9 años
Periodo de Rotación:
9 horas y 55,5 minutos
Diámetro:
143.000 kilómetros
Masa (Tierra = 1):
318
Temperatura en ºC:
-150
Inclinación del eje:

Satélites:
16 conocidos
Cassini en 1665), no son sino grandes sistemas tormentosos -colosales columnas de gas en rotación o remolinos gaseosos- que permanecen intactos durante largos periodos. La Gran Mancha Roja ha existido durante 300 años y posiblemente existirá durante mucho tiempo más.

Cassini, como ya se dijo, fue quien descubrió la Gran Mancha Roja que le permitió, además, calcular la rotación del planeta y fijarla en torno a 9 horas y 56 minutos. No obstante, observando las estructuras que  aparecen en la banda  o cinturón que rodea  el planeta en su ecuador,  también pudo determinar  que el periodo de rotación de esta banda era de 9 horas y 51 minutos, es decir, que Júpiter  gira en torno a sí mismo a distinta velocidad dependiendo de la latitud del planeta de la que se trate. Esto, que se conoce con el nombre de rotación diferencial, se debe a que Júpiter es un planeta gaseoso y, por tanto, no gira como lo hacen los cuerpos sólidos, sino que cada latitud rota con una velocidad propia. El periodo de rotación en Júpiter es el menor de todos los del sistema solar y varía desde las 9 horas y 50 minutos que tarda en el ecuador a las 9 horas y 55 minutos que tarda en latitudes más elevadas.

Júpiter ha deparado grandes sorpresas a los investigadores. La sonda Voyager, por ejemplo, en su paso junto al planeta descubrió que éste está rodeado por una serie de anillos que no son visibles, al no ser brillantes y luminosos como los de Saturno, desde la Tierra, ni siquiera con los telescopios más potentes, y que se extienden a partir de los 30.000 kilómetros de altura sobre la atmósfera a lo largo de más de 140.000 kilómetros por encima del planeta. Hay dos anillos principales. Uno de ellos es muy fino y su espesor no debe superar algunos kilómetros. Estos anillos están formados por polvo y pequeños fragmentos, probablemente procedentes de las erupciones volcánicas de Ío, el satélite joviano más cercano al planeta. Y ya que mencionamos a Ío, no podemos olvidarnos de señalar que la sonda Voyager también descubrió una serie de lunas o satélites  que nos eran desconocidas hasta ese momento, pues sólo sabíamos de las cuatro descubiertas por Galileo y que, en su honor, llevan el nombre de satélites galileanos: Ío, el más cercano al planeta, Europa, Gamínedes, la mayor de todas, y Calisto. Estos cuatro satélites giran en torno a Júpiter mostrándole siempre la misma cara, como hace la Luna con respecto a la Tierra.


Satélites galileanos y Gran Mancha Roja
Los anillos de Júpiter
La Tierra y Júpiter
Los satélites galileanos y la Gran Mancha Roja
Anillos de Júpiter Tamaños compartivos entre la Tierra y Júpiter








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