"Balnea termas" era como llamaban los romanos a
los edificios que albergaban sus baños públicos. Las termas fueron los
primeros intentos de proporcionar baños comunales a gran escala, pero lo
cierto es que cuando el emperador Agripa diseñó y creó las primeras
grandes termas en el año 25 a.C., los ciudadanos romanos ya llevaban más
de 200 años disfrutando de pequeños balnearios.
Estos pequeños balnearios estaban diseñados principalmente para el
disfrute vecinal; había muchos y podía encontrarse uno cada pocas casas.
La popularidad que alcanzaron fue lo que impulsó a Agripa a construir
una colosal casa de baños en una zona céntrica de Roma.
Pero no todos los romanos estaban entusiasmados con las termas. Séneca,
el filósofo y estadista, opinaba que
"la sudoración debe ser resultado de un gran esfuerzo físico y no de una improductiva sesión en una sala caliente".
Las termas se convirtieron en uno de los proyectos principales de todos
los emperadores posteriores a Agripa. Cada uno de ellos trató de dejar
en mal lugar a su predecesor, haciendo su baño más espacioso, más
espléndido y más popular. Los baños llevaban el nombre del emperador que
los había construído y los más importantes fueron los de
Nerón en el año 65,
Tito en el 81,
Domiciano en el 95,
Cómodo en el 185,
Caracalla en el 217,
Diocleciano en el 305 y
Constantino
en el 315.
Para asegurar su popularidad y la notoriedad del emperador, los precios
para utilizar los baños eran ridículamente bajos o incluso gratuitos.
Como no generaban suficientes ingresos las termas tuvieron que ser
subvencionadas. Los emperadores, por supuesto, gozaban de sus propios
baños privados y de algunos de ellos se dice que se bañaban siete u ocho
veces al día.
Terma de Caracalla
Avances tecnológicos
Algunas de las termas fueron lo suficientemente grandes como para dar
cabida a miles de personas. La de Diocleciano, por ejemplo, tenía
capacidad para albergar a 6.000 bañistas. Esto sólo pudo ser posible
gracias a importantes avances tecnológicos.
Los problemas de ubicación se resolvieron mediante la mejora de los
acueductos.
Los ingenieros romanos mejoraron el sistema de calefacción griego
llamado
'hipocausto', que consistía en
canalizar aire caliente procedente de un horno, a través de tubos de
barro cocido situados bajo las losas del suelo. Con este sistema se
obtenían unas temperaturas tan altas, que los bañostas debían proteger
las plantas de sus pies con un calzado especial.
Terma de Diocleciano
Utilización
Los patricios se hacían acompañar por un esclavo y llevaban sus propios
enseres para el baño: pinceles, frascos con aceites y utensilios para
frotarse la espalda.
Los más pobres sustituían los aceites por harina de lentejas y se
frotaban la espalda unos a otros.
La rutina comenzaba con una extenuante sesión de ejercicios en la
palestra. Posteriormente, el bañista se introducía en el
'tepidarium' donde se relajaba mientras era ungido con aceites. A continuación se pasaba al
'caldarium' donde se tomaba un baño caliente, y finalmente al
'frigidarium' donde el baño era con agua fría.
Después de finalizar la sesión, los bañistas se retiraban a las zonas exteriores donde hacían vida social.
Las termas romanas fueron bautizadas por los primeros cristianos como
'catedrales de la carne'.
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